Sonó el despertador. Subió la persiana de su habitación y vio que llovía a cántaros…
Su mejor saque y sus famosas dejadas pasaron rápidamente por su cabeza ¿En serio? ¿Debía renunciar a su querido «hobby» por la lluvia?
No imaginaba mejor forma de empezar el día que pegándole a la bola. Las clases luego pasarían rápido, con el nivel de endorfinas a tope y la satisfacción de haber empezado el día haciendo deporte.
Sonó el despertador…
Llovía ¡sí! Y no eran cuatro gotas. La tormenta llegó repentinamente. Ni siquiera en las noticias de la noche anterior habían comentado nada.
Por suerte acababa de hacerse socio del mejor Indoor de la provincia.
Despertó de la peor pesadilla que podía imaginar y preparó la bolsa: pala, bolas, toalla…
El mixto de hoy iba a ser de los interesantes: Parejas igualadas y bien avenidas aunque la cañita al sol en la terraza con vistas al mar debería esperar.
Aún así Pol se sintió feliz. Feliz y afortunado
Tenían pista a las 8.00 hras y les extrañó mucho que diez minutos después Mar aún no hubiera llegado. Siempre era especialmente puntual. La llamaron al móvil y lo tenía apagado.
Estuvieron peloteando los demás un rato y cuando habían pasado veinte minutos consideraron que era momento de buscar sustituto. Por suerte uno de los que corría en la cinta del gimnasio era jugador de pádel así que en cuanto se lo pidieron completaron el partido.
¡Partidazo! Mejor dicho. Igualadísimo hasta el tercer set que se resuelve en el tie-break.
Iban 4-5 abajo pero con dos bolas de set en contra y al resto Pol y Celia consiguieron remontarlas y llevarse el partido. Le pidieron el número al nuevo porque como emergencia estaría genial. Si algún día fallara alguien de los «Cuatro Fantásticos» él sería un buen recambio.
Después del partido Pol se duchó en el club y rápidamente se dirigió a la Facultad de Medicina.
Era un edificio tan grande como viejo pero el ambiente era impresionante. Además el enorme jardín que lo rodeaba permitía tirarse a descansar después de las largas clases de Fisiología, su asignatura favorita. Pero hoy tocaba prácticas de bioquímica y puntuaban para la nota final.
– ¡Hola Pol! ¿No viene contigo Mar? Me dijo que teníais partido a primera hora…
Sandra la llamó preocupada.
Le extrañó muchísimo que no contestara al móvil y que no llegara a las prácticas… Aunque lo de no presentarse al partido de pádel era lo que más le había inquietado pues no se perdía ni uno. A menos que le hubiera sucedido algo…
No le daría más vueltas. ¡Se habrá quedado dormida! – pensó para sí.
– ¡Entremos al laboratorio Pol!
Sonó el despertador.
La noche no podía haber sido peor. Mar no había conseguido dormir más de dos horas seguidas y ese repentino sonido estridente le pareció un martillazo directo a la cabeza.
– ¿Quién me mandará quedar tan pronto? Quizás después de las prácticas en la Facultad hubiera sido mejor.
El pádel era su pasión. El deporte le aportaba un bienestar increíble y de hecho ya en la preinscripción del curso anterior dudó entre matricularse en Medicina o en Ciencias de la Educación Física (INEF)
Sólo las circunstancias personales hicieron que se decantara por la primera. Perder un familiar cercano debido a una leucemia mieloide aguda le hizo decidirse.
Nunca se acaba de entender el «por qué a él» pero por suerte le hacía mucho bien pensar «y por qué no» ¡ Eso sí le hacía bien!
Se duchó aunque tuviera que sudar durante hora y media porque así el dolor de cabeza se calmaría.
Salió de la ducha mucho mejor de lo que había entrado. Y por primera vez durante la mañana se alegró de haber quedado para jugar.
El partido iba a ser de los bonitos e igualados; Pol y ella contra Celia y Biel. La última vez que jugaron perdieron en tres sets así que sería la revancha.
Además el trayecto en bicicleta hasta el club era un regalo para los sentidos: Un amplio carril bici discurría paralelo al paseo marítimo frente a su querida bahía y no era demasiado transitado. Un sueño al alcance de muy pocos.
Pinos, palmeras, margaritas, bouganvillas… Le fascinaba la flora de la costa sobretodo después de haber vivido cinco años en una fría ciudad del centro. Los pueblos con mar tenían una energía especial que a ella le hacía feliz. Sus padres acertaron plenamente con su nombre, Mar.
Al pasar por una zona de casitas bajas se asustó. Escuchó ladridos cerca y pensó si irían atados. No le hacían demasiada gracia los perros sueltos y ya había tenido algún susto yendo en bicicleta ¿Qué tendrán las ruedas que les atraen de esa forma tan incontrolable?
Miró por encima del hombro y los vislumbró a lo lejos. Iban sueltos, sí, y corrían a gran velocidad hacia ella. Trató de acelerar el pedaleo pero nerviosa perdió el control de la bicicleta. No vio una roca en mitad del camino que en condiciones normales habría esquivado sin más. Chocó contra ella y giró bruscamente el manillar. Cayó 500 metros terraplén abajo.
Su grito ahogado de pánico no lo oyó el amo de los animales que salió corriendo detrás de los cinco mastines extrañado por la reacción de éstos.
Silencio, oscuridad, humedad, dolor…
Mar cayó bruscamente al agua. Estaba fría, especialmente fría para encontrarse en el mes de mayo.
El peso de la bicicleta la empujó hacia el fondo y ni su buena condición física ni su facilidad para nadar le permitía dar cuatro brazadas hacia la superficie. Pensó que moriría ahogada y se angustió. » Vamos Mar, ¡¡ nada, nada, nada!!
Música, luz, calor, paz…
Su canción favorita estaba sonando en el móvil que había dejado en la mesita la noche anterior; «Every breath you take» de The Police.
Los primeros rayos del día entraban por la ventana que dejó abierta de par en par para refrescar la habitación y lo primero que pensó al incorporarse es que el partido de hoy iba a ser lo más.
¿Qué tenía el pádel? Había practicado muchos deportes desde que era pequeña pero ninguno le había atrapado como éste. Suponía que la facilidad con la que se aprende, el margen de mejora y lo social que era eran motivos más que suficientes para desear jugar 3 ó 4 veces por semana.
Desayunó ligero para poder jugar a tope, hizo la bolsa y cogió el coche. Después del partido tenía prácticas de Bioquímica en la Facultad y tendría el tiempo justo de acabar el partido y ducharse.
No vio el todoterreno que venía a toda velocidad en sentido contrario hasta que lo tuvo prácticamente encima. Reaccionó en el último instante y dando un brusco volantazo evitó un choque frontal que habría sido mortal.
Cayó por el arcén dando una vuelta de campana y una vez el coche estuvo parado pudo pensar: «Estoy viva, estoy viva de milagro…»
¿La habría visto alguien? ¿El conductor del todoterreno quizás?
Lo último que oyó fue la sirena de la ambulancia y la voz de una mujer: «Chiquilla ¿me oyes?»
Cayó en un profundo sueño…
Todo irá bien Mar- Oyó decirle a un joven al que nunca había visto antes. – Has tenido un accidente de coche pero estás fuera de peligro.
Intentó hablar pero el intenso dolor en la mandíbula no le permitió articular palabra y cerró los ojos.
Una imagen tras otra acudieron a su mente. Empezaba a recordar…
Despertó de una pesadilla en la que moría ahogada y se dirigió al club de pádel donde había quedado esa mañana antes de las prácticas de Bioquímica. ¡Sí! Eso era pero ya no recordaba nada más.
Pol apareció por la puerta ya que al ser su número el último que aparecía en el móvil de Mar desde el hospital se habían puesto en contacto con él. – ¡ No sabes el susto que nos has dado Mar! ¡Cómo me alegro de verte! – ¿Habéis ganado esta mañana?
No tenía remedio. El pádel era su vida y desde hoy no olvidaría lo que había puesto en juego esa mañana. A partir de hoy se había hecho una promesa. Desde ahora iría al club en su bonita bicicleta eléctrica y disfrutaría del paisaje que le ofrecía el paseo marítimo.
Sólo esperaba no cruzarse con ningún perro suelto.
Sonrió y durmió durante tres horas seguidas. Demasiadas emociones para un sólo día.
FIN
PD: Me gusta escribir. ¿Has leído «con P de pádel»?